No te voy a engañar.
A mí el TDAH a veces (casi siempre), me hace estragos.
“De hecho, te puedo decir que hasta que la medicación que tomo para el TDAH no me hace efecto, voy como “pollo sin cabeza”.
Necesito una hora más o menos para que me haga efecto. Hasta que no me ha hecho efecto, no me pidas mucho.
O te mando un mail, y te digo:
“En adjunto envío…”
Y se me olvida el adjunto. O te escribo un WhatsApp y me como la mitad de las palabras con lo que parece que te estoy mandando un código encriptado. O incluso hay veces que llego a dudar si me he tomado ya la pastilla o no, así́ que me he tenido que comprar un pastillero semanal para poder comprobar si me la he tomado o no.
Todo es posible hasta que no me ha hecho efecto la medicación.
El Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad, es un trastorno de origen biológico, con causa en parte genética.
Produce un deterioro importante en la capacidad para desarrollarnos tanto en ámbitos académicos, como sociales o familiares.
Esa es la definición que vas a encontrar si buscas en libros o en internet. También puedes encontrar rasgos característicos generales, de cómo es un niño o un adulto con TDAH.
Pero otra es cosa es vivirlo. Y sobre todo vivir el TDAH sin saber que lo tienes.
Me he sentido en multitud de ocasiones rara y diferente. Como si yo viviera en un mundo paralelo.
Algo incomprendida, quizás, sería la palabra.
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