“Las redes sociales provocan que número de casos de bullying aumente, pese a que el acoso en las aulas haya disminuido el ciberbullying y las agresiones en grupo se han disparado más de un 65% tras la pandemia”.
Leo esta noticia en prensa y pienso en mi adolescencia.
Pertenezco a la generación millennial. La primera que vivió la era de la digitalización.
Yo sufrí bullying en el instituto, pero por suerte para mí, porque lo fue, el acoso escolar que sufrí no llegaba más allá de las paredes de mi instituto. No imagino mayor sufrimiento para una persona que lo que te han hecho en clase o en el patio, luego lo veas una y otra vez en las redes. Debe ser algo terrible.
Los humanos somos sociales por naturaleza. Necesitamos a la gente, y la necesitamos aún más cuando somos adolescentes. El grupo es imprescindible para la propia autoafirmación y autoestima.
Sufrir bullying en la adolescencia, conlleva muchas cosas. Como arrastrar toda tu vida la vergüenza de que no fuiste “admitida” en el clan y, por tanto, no eres una persona válida.
Me ha costado horas de terapia y aun así nunca la había eliminado del todo. Hasta que un día pensé ¿qué necesito para estar en paz?
Respuesta: hablar con mi mejor amiga del instituto y contarle todo lo que supuso para mí.
Mi asignatura favorita de la carrera ha sido psicología social y de grupos. Me fascina como se repiten patrones de conducta y roles: los guapo@, los malotes, los list@s, los marginad@s… siempre es lo mismo.
Yo no me adapté, ni tan siquiera me esforcé en integrarme en el grupo en el cual sí lo hizo mi mejor amiga. A mí no me interesaba unirme al grupo.
¿Precio? Putadas. Muchas.
¿Cosas de críos? No. Bullying.
Concluyo diciendo, que gracias a la conversación que tuve con ella, he podido cerrar esa etapa de mi vida y se lo agradezco.
En cuento al resto del grupo, me consta que ni se acordaban de lo que habían hecho ¿Por qué? Pues porque, el maltratador carece de empatía, considera a la persona maltratada como un ser inferior y los hechos que han realizado carecen de relevancia en su vida. Por eso lo han olvidado.